No necesitamos tantas razones para hacer o decir lo que tenemos ganas.
sábado, 15 de noviembre de 2008
Vida antes de la muerte.
No puedo creer que esté vivo, qué estúpido soy. Seguramente merezco que nada me salga bien, pero esto ya es el colmo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco seis, siete, ocho, nueve pisos. ¿Qué posibilidades había? Mínimas, osea, las necesarias para que yo falle. No puedo dejar de mirar hacia arriba. ¿Dónde caí? No parece que esté atrapado en algo. Es solo que no me puedo mover, ni mis piernas, ni mis brazos, ni mi cuello. ¡Y ni me duele! Obviamente lo peor es que no cumplí mi propósito, pero además no puedo tolerar que ni siquiera sienta dolor; o quizás esté a punto de llegar, la adrenalina lo debe estar retrasando. Mi corazón late a mil por segundo e igual mi respiración. Necesito dolor, ya no puedo aguantarlo. Exijo dolor, era lo mínimo que esperaba. No quería morir sin sentir y menos vivir. Lo último que iba a hacer, precisaba que fuera intenso, que sufriera, sentirme vivo antes de morir. Pero no, me está pasando lo peor, condenado a una vida sin sentir. ¿Cómo atenuar mi sufrimiento sin dolor? ¿Cómo valorar mis momentos de alegría? Nunca deseé morir con tanta vehemencia y no puedo hacer nada al respecto. Que alguien se apiade de mí y ponga fin a mi agonía, por que yo ya no puedo, ni podré.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Las masas.
El fin de semana pasado fui al cine con amigos a ver un recital de U2, algo muy raro para mi empezando por que nunca me imaginé ver un recital en el cine 3D y siguiendo por que ni me gusta U2, no puedo ver a Bono ni ilustrado. Pero bueno, lo que me llamó la atención, más que la banda, fue el formato en el que se presentaba.
Al no atraerme tanto la música comencé a fijarme más en el espectáculo en sí, los juegos de luces, las tomas excelentemente escogidas, la forma del escenario -detalles que, la verdad, esta banda sí sabe aprovechar a la hora de montar un escenario-, y el público. Quizás parezca raro, sobretodo si vieron lo que fue el espectáculo, pero este último cautivó mi atención más que nada. Vi gente cantando con tanta pasión que casi lloraba, gritando, saltando, golpeándose para llegar hacia adelante, elevando pancartas, estirándose para tratar de tocar a Bono, levantando las manos y aplaudiendo cuando se lo pedían. Admiré mucho su comportamiento. Si uno gritaba, el de al lado gritaba, si Bono pedía que levantaran los brazos, todos levantaban los brazos. Nadie se ponía a pensar si levantar los brazos significaba que estaban de acuerdo con lo que decía la canción, nadie se preguntaba lo que significaba la letra, o el por qué saltar, el golpearse, cantar, etc. Era un simple comportamiento de masa, nadie actuaba por sí mismo, se dejaban apoderar por una fuerza que los hacía a todos iguales. No había enojones, ni llorones, ni sensibles, ni fuertes, ni malos, ni buenos; eran todos iguales, no tenían personalidad.
Realmente no es una critica hacia todos ellos, sino hacia mi mismo. Por que me acompleja, como soy tan idiota e inmaduro que necesito ser diferente de alguna forma. Y no es que esté viejo, es todo lo contrario, es ese espiritu puber, inmaduro, estúpidamente rebelde.
Me da mucha verguenza admitirlo, pero yo estaba cómodo y feliz en el cine no deseando estar ahí presente quizás principalmente por el hecho de que, quiero creer, que la mayoría de los que estaban conmigo en el cine sí hubieran cambiado de lugar con cualquiera de estos integrantes de la masa, gritando, cantando y sudando con todos ellos; por que todavía no entiendo bien el por qué, pero todavía necesito ser "diferente". Esa estupidéz es justamente lo que me hace ser igual a todos, un gran cliché, mi peor pesadilla y mi realidad.
Al no atraerme tanto la música comencé a fijarme más en el espectáculo en sí, los juegos de luces, las tomas excelentemente escogidas, la forma del escenario -detalles que, la verdad, esta banda sí sabe aprovechar a la hora de montar un escenario-, y el público. Quizás parezca raro, sobretodo si vieron lo que fue el espectáculo, pero este último cautivó mi atención más que nada. Vi gente cantando con tanta pasión que casi lloraba, gritando, saltando, golpeándose para llegar hacia adelante, elevando pancartas, estirándose para tratar de tocar a Bono, levantando las manos y aplaudiendo cuando se lo pedían. Admiré mucho su comportamiento. Si uno gritaba, el de al lado gritaba, si Bono pedía que levantaran los brazos, todos levantaban los brazos. Nadie se ponía a pensar si levantar los brazos significaba que estaban de acuerdo con lo que decía la canción, nadie se preguntaba lo que significaba la letra, o el por qué saltar, el golpearse, cantar, etc. Era un simple comportamiento de masa, nadie actuaba por sí mismo, se dejaban apoderar por una fuerza que los hacía a todos iguales. No había enojones, ni llorones, ni sensibles, ni fuertes, ni malos, ni buenos; eran todos iguales, no tenían personalidad.
Realmente no es una critica hacia todos ellos, sino hacia mi mismo. Por que me acompleja, como soy tan idiota e inmaduro que necesito ser diferente de alguna forma. Y no es que esté viejo, es todo lo contrario, es ese espiritu puber, inmaduro, estúpidamente rebelde.
Me da mucha verguenza admitirlo, pero yo estaba cómodo y feliz en el cine no deseando estar ahí presente quizás principalmente por el hecho de que, quiero creer, que la mayoría de los que estaban conmigo en el cine sí hubieran cambiado de lugar con cualquiera de estos integrantes de la masa, gritando, cantando y sudando con todos ellos; por que todavía no entiendo bien el por qué, pero todavía necesito ser "diferente". Esa estupidéz es justamente lo que me hace ser igual a todos, un gran cliché, mi peor pesadilla y mi realidad.
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