No necesitamos tantas razones para hacer o decir lo que tenemos ganas.
sábado, 15 de noviembre de 2008
Vida antes de la muerte.
No puedo creer que esté vivo, qué estúpido soy. Seguramente merezco que nada me salga bien, pero esto ya es el colmo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco seis, siete, ocho, nueve pisos. ¿Qué posibilidades había? Mínimas, osea, las necesarias para que yo falle. No puedo dejar de mirar hacia arriba. ¿Dónde caí? No parece que esté atrapado en algo. Es solo que no me puedo mover, ni mis piernas, ni mis brazos, ni mi cuello. ¡Y ni me duele! Obviamente lo peor es que no cumplí mi propósito, pero además no puedo tolerar que ni siquiera sienta dolor; o quizás esté a punto de llegar, la adrenalina lo debe estar retrasando. Mi corazón late a mil por segundo e igual mi respiración. Necesito dolor, ya no puedo aguantarlo. Exijo dolor, era lo mínimo que esperaba. No quería morir sin sentir y menos vivir. Lo último que iba a hacer, precisaba que fuera intenso, que sufriera, sentirme vivo antes de morir. Pero no, me está pasando lo peor, condenado a una vida sin sentir. ¿Cómo atenuar mi sufrimiento sin dolor? ¿Cómo valorar mis momentos de alegría? Nunca deseé morir con tanta vehemencia y no puedo hacer nada al respecto. Que alguien se apiade de mí y ponga fin a mi agonía, por que yo ya no puedo, ni podré.
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