Antes de apuntar con el dedo me gustaría hacer una aclaración técnica que evitará confusiones y comentarios fuera de lugar: cuando hago referencia a la "tapa" del inodoro, como la mayoría de las personas estoy haciendo alusión al asiento, o sea, la pieza plástica muchas veces en forma de herradura que precede a la verdadera y bien nombrada tapa, la cual obviamente no suele ser orinada exceptuando escasas oportunidades donde el alcohol es quien fija la dirección del desperdicio.
Tanto en la ficción de las pantallas como en la vida real los hombres siempre fuimos tildados de descuidados por no volver a bajar la tapa luego de haber hecho nuestras necesidades. A mi como buen feminista siempre me molestó ese tema, nunca entendí por que los hombres teníamos que bajar la tapa en lugar de las mujeres subirla. De todas formas, durante lo que va de mi vida nunca nadie me lo ha exigido directamente, por lo tanto nunca tuve la oportunidad de exponer el discurso que hasta este día tenía preparado.
Hoy mis exigencias son otras. Ya no me conformo con a veces subir la tapa y a veces bajarla, hoy se algo que antes no sabía.
Lo que voy a revelar no es una metáfora acerca de la igualdad de sexos, ni un pie para abordar apasionantes temas como el feminismo o el machismo, simplemente es una manifestación por escrito de una muy simple observación de la realidad: Las mujeres mean la tapa.
En la agencia, justo después de la hora del almuerzo se hace imposible utilizar el baño de hombres. No se por qué a mis compañeros laborales les encanta pasar el tiempo en el baño, he llegado a esperar en la puerta alrededor de media hora sin que nadie salga y tener que desistir. Aunque lo peor no es esperar esa media hora, sino entrar después.
Ahí estaba yo, luego de haberme tomado un litro de agua para controlar la ansiedad producida por la falta de nicotina, a las 14:45 de la tarde, esperando para hacer uso del baño.
Al completarse los primeros dos minutos hice un pequeño recorrido por la agencia con la intención de realizar un recuento del personal ausente para deducir la identidad del ocupante y de esta forma, en un intento desesperado, poder calcular la espera midiendo el tiempo proporcional al tamaño del sujeto. Pero fue en vano, había muchos que no estaban en su lugar.
Esperé otros dos minutos, de los cuales solo pude estar sentado diez segundos, e insistí golpeando la puerta. Al ver que no recibía respuesta proseguí por buscar otra solución, una solución que, casualmente, me despertaría de un sueño ingenuo.
Entré al baño de damas totalmente desesperado, pensando que mi estancia en dicho recinto sería muy breve.
La tapa se encontraba baja y me dispuse a levantarla, así como mi madre me enseñó que tenía que hacer cada vez que quería usar el baño para orinar. Tomé dicha tapa por el frente colocando el pulgar encima y afirmando el resto de mis dedos debajo. En ese momento descubrí que las mujeres orinan la tapa por abajo, un detalle que quizás a ellas no les moleste por que no tienen la necesidad de enfrentarse a la parte de abajo de la tapa, pero que a nosotros los hombres son ellas mismas quienes nos fuerzan a dicho encuentro al solicitarnos que la tapa se mantenga baja. A partir de hoy tengo un nuevo discurso para lucir. Y la tapa del inodoro, sí o sí, se mantiene alta.
No necesitamos tantas razones para hacer o decir lo que tenemos ganas.
domingo, 4 de octubre de 2009
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