No necesitamos tantas razones para hacer o decir lo que tenemos ganas.

martes, 27 de enero de 2009

Vivir de ideas.

Cuando uno habla de alguien que vive de ideas las primeras profesiones que se vienen a la mente son un montón de ocupaciones artísticas que talentosos y torpes anhelan (escritores, músicos, pintores, escultores, directores de cine, etc.). Profesiones "riesgosas", por así llamarlas. Actividades que pueden llevar a alguien a la cima o anclarlo en lo profundo -siendo muy escasos los puntos medios-. No dependiendo solo de la capacidad de cada uno, más bien que en mayor porcentaje de la suerte.
Vivimos en una sociedad basada en los bienes capitales, esto multiplica enormemente ese riesgo: uno necesita dinero para poder sobrevivir y con la supervivencia, a cierta edad, no cualquiera juega. Es esta, entre otras razones, por lo que muchos, talentosos y torpes, no se lanzan por aquello que tanto anhelan, por miedo. Miedo de no triunfar y despertar de un sueño profundo a una realidad triste y apática.
Algunos cobardes, talentosos y torpes, en algún momento de la historia de la humanidad encontraron una forma de mediar entre este riesgo y la expresión artística, desarrollando ideas con un fin conveniente, creando piezas que tienen primordialmente una utilidad, pero encubriendo un temeroso destello de expresión (carpinteros, programadores, jardineros, herreros, publicistas, etc.).
Por lo tanto, siendo el arte la mayor forma de expresión, totalmente inútil en cualquier otro aspecto, y situando a estos oficios en ese término medio, lo más acertado - sería definirlos como mediocres.
Se necesita valor para despertar de un sueño profundo y afrontar una triste y apática realidad. Se necesita coraje para manifestar el miedo e intentar salir adelante. Se necesita esfuerzo para lograr sobresalir en el universo elegido por la mayoría. Se necesita arriesgarse para resaltar en el universo “seguro”.
Entender que hay ideas que no dejan nada a la historia, ideas que no hicieron famoso a nadie ni lo van a hacer, ideas que no son una forma de expresión personal, que no son ambiciosas, que en cierta forma son mediocres; es entender la importancia real de estas y el sacrificio que requieren.
No cualquiera puede crear ideas útiles, ideas con un fin específico, que embellezcan, entretengan, conmuevan y sobretodo vendan.
Los conozco talentosos y torpes, pero todos ellos se levantan a diario con la presión de crear sin descanso, sin tener las libertades ni tomarse el tiempo que los artistas requieren, sin tener la dicha de decir lo que sienten y a la vez tener que hablar continuamente.
Más que talentosos o torpes se los necesita voluntariosos. Preparados para realmente vivir de ideas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué vida esta en la que se gana más por operar que por pensar. En la que se gana más por servir que por seducir. Amigo mío, qué mundo loco en el que vivimos.